martes, 8 de diciembre de 2009

Un tratado sobre la soledad


En la página 251 de La vida infidel d’un arlequí, de Joan Oleza (Pagès editors, 2009), podemos leer: “La vida ens espenta sempre en la mateixa direcció, la de ser els altres dels altres, els altres d’algú, ens espenta cap a una soledat ineludible. Clar que també ens enganya i ens fa creure que és possible tornar a allò que vàrem ser durant la infància, a formar part d’un altre o d’uns altres, amb una lleialtat sense incerteses. Aqueix és el més miserable dels miratges”.

Quien habla es la tía Diana, una sofisticada, excéntrica y desengañada mujer, que en general parece bastante fiable en su escepticismo.

Y realmente, todo en la novela parece confirmar este juicio contundente. Esta narración, aunque es verdad que recorre la historia de España desde el escándalo Matesa a la llegada del PP al poder, aunque desfilan una gran cantidad de nombres ilustres, aunque incluye toda una reflexión sobre los hilos ocultos de intereses económicos y grupos de poder que trazan el argumento superficial de la historia, aunque incluye referencias interculturales, y algunas alusiones traviesas (me ha encantado especialmente la semblanza que se realiza del personaje de un profesor de literatura llamado Joan Oleza), es sobre todo una novela sobre la soledad.

Todos los personajes están abocados. Los protagonistas, desde luego: Estrela, ensimismada en su enfermedad mental, el padre y la hija condenados a cargar con todo el peso de su pasado, y a no poder encontrarse jamás. Pero prácticamente todos los personajes –protagonistas o episódicos, positivos o negativos- de la novela aparecen marcados por idéntico signo: el padre de Descós fotografiado muerto en vida, la enfermera para todo Elisa, recluida en la mansión junto a su paciente, la propia Tía Diana, teórica de la sofisticada misantropía, el patético Ricard, condenado a arrastrar en vano su resentimiento hasta su muerte, tan hortera como él lo fue en vida, o incluso el malvadísimo Fernando Sila, abandonado por todos a medida que pierde poder.

Pero sin duda, el gran solitario es el protagonista, Descós, que al final de la novela aparece moviendo él ahora los hilos de otros personajes, pero recluido en una cámara secreta, convertido en el nan ballador de la leyenda que asustaba a su hija. Es verdad que la soledad puede parecer el corolario de la vida infiel de arlequín a que alude el título. Pero también es verdad que cuando el arlequín infiel consagró su vida a una mujer, Estela, fue la muerte y el destino, el malefici de ponent, los que se lo impidieron. La soledad, parece ser entonces, para todos y cada uno de los personajes, como anunció implacable la tía Diana, una inexorable fatalidad.

(La fotografía de la encina procede de foroantiguo.infojardin.com)

4 comentarios:

  1. te amo total y anónimamente; menos mal que quedan docentes como tú

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  2. Gracias, querido Anónimo, por tu oportuna corrección!!

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  3. uy! I can't believe it! he corregido al mismísimo Peris ;o)

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