Hace algún tiempo, poco antes de todos los terremotos de los últimos meses, recomendaba un libro de poemas de Ada Salas. Proféticamente, se titulaba Esto no es el silencio.
Hoy, cuando de pronto he sentido la necesidad de volver a escribir en el blog, pensé que no era buena idea hacerlo con una reseña más, tender un puente entre dos meses de silencio como si tal cosa. Y eso que en este tiempo he acumulado algunos libros en lista de espera. Pero todo llegará.
Y de pronto, lo tuve claro: el puente y el signo.
Y retomo el discurso donde lo dejé, reproduciendo un poema de Ada Salas. El último, el que cierra el poemario (Hiperión, 2008).
“HUNDE
la casa.
Trabaja noche y día
en destruirla
pues noche y día habías trabajado
para esconderte en ella.
Destruye hasta que nada
entre el escombro
te sea reconocible.
Comparte la intemperie
con otras alimañas.
Acostúmbrate al frío
mortal
de las estrellas
al ojo indescifrable
que habías olvidado.
Porque sólo las ruinas
-lo supiste
una vez
por qué en tu descuido
lo habías olvidado-
porque sólo las ruinas
pueden
en verdad
habitarse”.
Pues eso. Que esto no es el silencio.
Que declaro clausurado el tiempo de la destrucción.
Que habrá que construir entonces, desde la intemperie.
Y que he vuelto.