sábado, 12 de diciembre de 2009

Señales que precederán al fin del mundo


Aunque creo que un hecho tan problemático -y fútil- como que la Virgen María naciera sin pecado original (algo que por cierto tendría consecuencias bastante incómodas para el bueno de San José) no debería justificar un día festivo en un estado supuestamente laico, lo cierto es que no le hice ascos al puente, y que leí bastante.

Uno de los libros que leí fue Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera (Periférica, 2009), una breve relato de tono mítico sobre un viaje a través de la frontera entre México y los Estados Unidos. Y, bueno, éste sí. Éste definitivamente sí.

Se trata de un texto muy pequeñito, muy concentrado, sintético, y suficiente, sobre la emigración, sobre la frontera, sobre la pérdida de la identidad. Y el narrador, focalizado en la protagonista, alcanza el tono justo, la distancia adecuada, entre el tono mítico, entre su papel de cronista y el lenguaje de los personajes.

Especialmente hermosos son los títulos de los capítulos, que aluden a las diferentes etapas del relato mítico: “El lugar donde son comidos los corazones de la gente”, por ejemplo, se titula el capítulo en el que Makina encontrará a su hermano, emigrado al norte, convertido en soldado y con otro nombre. “El cerro de obsidiana” se titula otro, en el que la protagonista llega a la ciudad del norte, que es descrita de manera muy certera: “La ciudad era un arreglo nervioso de partículas de cemento y pintura amarilla. Carteles de prohibición hormigueaban calle a calle inspirando a los nacionales a verse siempre protegidos, seguros, amables, inocentes, soberbios, intermitentemente azorados, livianos y desbordantes; sal de la única tierra que vale la pena conocer. Florecían en los supermercados, vergel donde se podía tener más que los demás, o algo diferente, o una marca más nueva o un pan menos chico que el de los demás” (p. 64).

Y es que esta novela tiene pasajes muy poderosos. Por ejemplo, en el capítulo titulado “La serpiente que aguarda”, Makina, junto a otros inmigrantes ilegales es puesta de rodillas por la policía. Uno de los detenidos lleva un libro, y el policía le humilla obligándole a escribir. Tiene la mano tan temblorosa que no lo consigue. Makina lo hará en su lugar. Y esto es exactamente lo que escribe: “Nosotros somos los culpables de esta destrucción, los que no hablamos su lengua ni sabemos estar en silencio. Los que no llegamos en barco, los que ensuciamos de polvo sus portales, los que rompemos sus alambradas. Los que venimos a quitarles el trabajo, los que aspiramos a limpiar su mierda, los que anhelamos trabajar a deshoras. Los que llenamos de olor a comida sus calles tan limpias, los que les trajimos violencia que no conocían, los que transportamos sus remedios, los que merecemos ser amarrados del cuello y de los pies; nosotros, a los que no nos importa morir por ustedes, ¿cómo podría ser de otro modo? Los que quién sabe qué aguardamos. Nosotros los oscuros, los chaparros, los grasientos, los mustios, los obesos, los anémicos. Nosotros, los bárbaros”.

En resumen, un texto poderoso, rotundo, hermoso, que nos interpela directamente.

(La fotografía procede de muyinteresante.com.mx)

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