viernes, 21 de diciembre de 2018

27 de marzo de 2007. Un poema por encargo

Algunas de las experiencias más bonitas que he tenido como profesor han sido en el programa de la University of Virginia en Valencia. Hoy he encontrado en mi ordenador un archivo olvidado, un poema que escribí en marzo de 2007 hilando versos de los poemas que los y las estudiantes habían debido escribir como tarea de la clase Survey of Latin American Literature II. Me impresiona mucho pensar que han pasado casi doce años desde aquella clase. Qué habrá sido de ellos y ellas, que tendrán más de treinta años. Quién sabe si recordarán aquella primavera o cómo...

Lo subo hoy al blog y se lo dedico a aquellos estudiantes del programa de primavera de 2007 y a todos los estudiantes y a todas las estudiantes del programa de UVA que he tenido a lo largo de un poco más de veinte años.





La lluvia nos ha tomado desprevenidos.
El argumento esperado era de sol,
De cielos azules subrayados por pequeñas nubes blancas,
De mares azules, y de montañas verdes.
Y sin embargo ahora sigue lloviendo suavemente
Sin violencia, pero inexorable,
Como en los primeros días de un diluvio definitivo.

Adentro, Bob se convierte en Roberto,
Y un narrador implacable le da la bienvenida
Al mundo gris de los días iguales a sí mismos,
De las pequeñas rendiciones y de la resignación.
Y de pronto, hay un instante
En que me veo a mí mismo hablándoles de la vida.
Ellos son jóvenes, y yo no.
Ellos son un grupo en una serie interminable.
Y sin embargo, de pronto,
Este día 27 de marzo del 2007
Se vuelve sobre mí mismo,
Escribe sus cifras en la lluvia sobre la acera,
En los poemas coloquialistas de los estudiantes,
Y yo, me siento de manera levemente absurda
Como un narrador omnisciente que habita el mismo mundo
Que los personajes de una novela de formación.
O mejor, como el narrador omnisciente de una larga novela experimental
Con tantos narradores como personajes.

Beatrice, por ejemplo, se siente afortunada,
Mientras Stacey se enreda en una maraña apenas empezada de complicaciones.
Keelyn, simplemente espera escuchando canciones de Shakira,
Y Stephen comprende a través de la distancia,
O tal vez gracias a ella
Que las voces humanas unidas son más poderosas que la nieve,
Y que la nieve no es fría cuando es entrañable.
Ese instante sorprende a Dani precisamente esperando
Una ola de calor absurdamente postergada.
“Es el cambio climático”, observa entonces Kayleigh.
Es que en este mundo de hoy ya no vemos a la naturaleza.
Es la ciudad, precisa Kathleen,
Son estas avenidas repletas de desconocidos,
De pantallas de ordenador que son más reales que nuestra vida.
Bryan está de acuerdo porque siente que el mundo
Está lleno de seres humanos que tienen en común
Muchas cosas, como el dolor y el frío, como la vida,
pero entre todas ellas también el gesto de ignorarse.
Michelle asiente porque ha soñado que vende billetes y abonos de diez viajes
En una taquilla de la línea 3 del metro de Valencia,
Al que de pronto sube Naza que llega tarde a su cita en San Patricio,
Y que cierra sus puertas justo mientras David bajaba corriendo la escalera,
Sólo para verlo marchar desde el andén.

La lluvia es suave pero no cesa.
La lluvia es suave e implacable como lo es el tiempo.
El tiempo de una vida soñada desde un porche, que diría Suzie,
El tiempo de todas las mujeres al que se lo robó el Tío Sam,
Añadiría Christine con convicción y rotundidad.

Esta lluvia que es la primavera,
Parece sin embargo disolver el mundo,
Desgastarlo, conducirlo en pedacitos hacia las alcantarillas.
Mientras tanto Bob recibe una vez más la bienvenida
Al mundo de la sordidez.
Y por eso me sorprende desde este lado de la mesa,
Que Pamela recuerde pequeño al matón que tiranizó la infancia,
En el preciso instante en que los ojos absortos de Lindsay
Miran a una niña que da patadas a un balón
Y aunque se esfuerza, no puede reconocerse en ella del todo
Porque la mira ya desde la otra orilla de algún río,
De algún océano pequeño,
Igual que hace Nicole mirando a los niños que juegan en el parque.
En qué lugar, entonces, parecen decirse una a la otra,
Comenzó la pérdida.
Cuál era el momento original en que lo tuvieron todo,
Y quién era en realidad el matón insensible
Que acabó con la infancia.


El día 27 de marzo se ha hecho denso, se le siente en el aire de esta aula
Diciéndose a si mismo, escribiendo su nombre en la pizarra.
Y yo, que estoy disertando apasionadamente
sobre los límites del realismo en la obra de Onetti,
Desde algún lugar contemplo tanta juventud en silencio,
Reverencialmente
Maldiciendo a los dos, a Onetti y a la lluvia, por perturbarla,
Y de pronto, como una antigua revelación casi olvidada,
Me sorprendo pensando
En cómo era de joven la primera vez que les di clase,
porque los estudiantes tienen siempre veinte años
Y somos nosotros los que vamos descendiendo la pendiente
Como el agua de esta lluvia obstinada que parece de otoño.

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