lunes, 4 de noviembre de 2013

El policía franquista que barría el comedor


En una de las primeras secuencias de la película Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba, 2013), conocemos a la familia de Juanjo, el protagonista adolescente. El padre, interpretado por Jorge Sanz, como descubriremos más tarde, es un gris, un policía de cachiporra, que estuvo repartiendo estopa en los alrededores de la plaza de las Ventas durante el fracasado (y mitificado con posterioridad de manera retroactiva) concierto de los Beatles de 1965.

Sin embargo, tres conclusiones inmediatas podemos extraer de esta primera secuencia familiar: la primera, que las familias de los policías franquistas vestían muy cool y a la moda sixties y que la inspiración estética de las esposas que cocinan sopa de arroz es Jackie Kennedy o similares; la segunda, que sus hijos adolescentes podían haber dejado crecer su pelo hasta lucir una melena beatle perfecta entre las protestas más o menos retóricas de su señor progenitor; y la tercera, la más sorprendente de todas: que había grises que compartían en casa las tareas domésticas. Después de que el barbero acabe de cortarle el pelo a domicilio, el personaje barre el comedor, a pesar de que su esposa le dice que no hace falta, que ya está la comida en la mesa. “No voy a dejar esto así”, dice rotundo, mientras maneja la escoba con soltura y dignidad.

Es el primero y posiblemente el más flagrante de los anacronismos (o los golpes de guión) que lastran la película. Pero su enumeración podría continuar: al hijo del gris –por citar otro elemento llamativo-  en cuestión no le gustan demasiados los Beatles, pero ello es porque, en la España de 1966 y en el seno de una familia muy conservadora, prefiere a los Rolling Stones ¡y a los Kinks! Todo un mod británico muy al día además el muchacho. Belén la chica embarazada que comparte protagonismo y viaje (que por cierto es fan de Los Brincos) escapa de la institución para chicas embarazadas de buena familia donde la tienen recluida durante una inexplicable elipsis. Las motivaciones de las decisiones de este personaje en el desenlace (como también el comportamiento del papá de Juanjo una vez más), no resultan en absoluto claras ni creíbles con la lógica de 1966. Ni tampoco por cierto que Antonio, el profesor de inglés interpretado por Javier Cámara se desprenda de la grabación que le ha arrancado a John Lennon sin ni siquiera haberla escuchado una sola vez para regalársela porque sí al fan de los Kinks…

En resumen: la película no me ha gustado nada. Es endeble y rutinaria, mal narrada, mal resuelta, y llena de anacronismos e inverosimilitudes. Personajes del siglo XXI deambulan soltando texto disfrazados de sixties por una España franquista de cartón piedra. Sólo lo buenos actores que son sobre todo Javier Cámara y Jorge Sanz evitan que se deslice al ridículo y que además de producir sopor e indiferencia produzca sonrojo.

Sin embargo, creo que no es sólo una mala película sin más, sino que presenta una tendencia desgraciadamente habitual en el cine español de la memoria histórica: se maquilla la historia que se pretende contar, y se desdibujan –y desideologizan- los conflictos. Esta España en la que levantabas una piedra y te salían fans de los Beatles y Mods, en la que los guardias civiles te llaman amablemente una grúa después que te han visto subido a un capó dando gritos en medio del campo almeriense, en que los grises ayudan en las tareas domésticas, y responden prácticamente como padres de sit com a la fuga de su hijo melenudo que no se quiere cortar el pelo, nada tiene que ver con la España casposa y sometida a la reacción, que celebraba los 25 “años de paz”, con la de las generaciones ya maleadas no sólo por la represión y la violencia, sino también por la educación y la propaganda. Nada tiene que ver, por ejemplo, con lo que retratan películas de la época como las Nueve cartas a Berta, dirigida precisamente por Basilio Martín Patino en 1966, el mismo año en que el improbable Antonio de esta ficción realiza su viaje en busca de Lennon.



En la película de David Trueba se nombra la represión, la miseria, o el sexismo, pero no los vemos. Es más, el diseño de producción lo desmiente. Tampoco es para tanto, es el subtexto insidioso. Del mismo modo que los protagonistas alojados en el hotel sin duchas del campo almeriense, aparecen siempre impolutos, limpísimos y estrenando modelito secuencia tras secuencia, es posible huir del asilo para chicas descarriadas de buena familia, para acabar huyendo a Madrid auxiliada por la familia carca de un adolescente de 16 años al que se ha conocido en la carretera. España en realidad nunca fue cutre. Los policías en realidad no eran tan malos (Y Enrique Ruano se cayó por la escalera). De hecho, si acaso, el único malo malo violento que aparece es un campesino almeriense, que él sí corta el pelo por la fuerza, no como los blandos policías de Madrid, pero del cual el protagonista y manso Antonio se venga por el expeditivo, urbano y ejemplar método de arrasarle las tomateras con el coche. En suma, a juzgar por esta película, los sixties en España fueron puro brit pop. Paco Martínez Soria (y Manolo Escobar) nunca existieron, o si acaso fueron mero residuo del pasado arrastrados por la fuerza incontenible de los profesores de inglés fans de los Beatles.

En efecto, vivir es fácil con los ojos cerrados, como cantan los Beatles en Strawberry fields forever. Interpretando mal todo lo que ves, por cierto, que es como continua la canción (“misunderstanding all you see”). Y ese es realmente el lema descontextualizado de la película, y no sólo de esta. No es precisamente este es tipo de cine que va a permitir abrir los ojos al espectador y trazar una genealogía verosímil de  este presente crítico y neocutre.

Es desde luego más fácil vivir falseando –dulcificando- la propia memoria, borrando las huellas de la miseria, de la represión, de la acción de décadas de dictadura fascista. Sobre ese almíbar retrospectivo y autocomplaciente se edificó la transición. Persistir en él hoy es el complemento perfecto para la (des)memoria histórica selectiva que le encanta a la derecha postfranquista.




No hay comentarios:

Publicar un comentario